La importacia de Segróbriga en los sigos I y II a.C. se debió a la gran riqueza de sus minas de lapis specularis, el yeso cristalizado que serviría como cristal de ventana para las viviendas modestas y que permitía decorar estancias en celebraciones y días señalados. Aún se deja entrever que la vida de la ciudad y sus transformaciones tuvieron mucho que ver con el rendimiento de estas explotaciones. La minería y la explotación agrícola de la periferia debieron ser los motores principales del crecimiento y desarrollo monumental de Segóbriga, que llegó a albergar un teatro, un anfiteatro, unas grandes termas públicas, una basílica, templos, mercados, etc., hasta convertirse en el más importante centro urbano de la Meseta meridional y punto de referencia para la vida urbana al modo romano en estas tierras. Fue reconocida como Municipio por el Emperador Augusto. Segóbriga constituye una de las ciudades romanas mejor conservadas y el más importante conjunto arqueológico de la Meseta. El espacio sobre el que se ubica la ciudad, impulsada por el emperador Augusto, estuvo ya habitado por culturas prerromanas como demuestran yacimientos próximos atribuidos a los celtas y que posteriormente serían romanizados. La población se rodeó de la muralla, símbolo de su estatus de municipium.
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